lunes, 14 de febrero de 2011

Ocio y (neg)Ocio. El ocio como proyecto vital.

En una sociedad como la actual, en la que el consumismo es el eje de nuestras vidas, debemos dar por hecho que gastar no es solo una “necesidad” para mantener el sistema (o eso dicen) sino el recurso más “a mano” para evadirnos de las tensiones cotidianas. Comprar y gastar llevan asociados un placer inmediato y asequible. Se puede gastar poco o mucho, según las posibilidades del sujeto, pero la cuestión básica es el alivio o el gusto inmediato que nos ayuda a excitarnos con la novedad y a olvidar por momentos nuestra rutina.

Y es lógico. Dado el gran número de horas que dedicamos al trabajo y otras responsabilidades, la necesidad de disfrutar, relajarnos y pasar un rato para nuestro propio gusto ha sido sustituido por productos de consumo: rápidos (puedes acceder a ellos en cualquier momento), eficaces a corto plazo (dan la sensación de bienestar o alivio momentáneo), diversos (al gusto de cada uno) y para todos los bolsillos… ¿Qué sustitutos a los placeres naturales cumplen esas condiciones? Pues el alcohol, el tabaco o los tranquilizantes (drogas en general), la comida (preferentemente la rápida e hipercalórica…), abuso descontrolado del ocio de evasión (compras compulsivas, videojuegos, TV, internet)….(insisto en que hablo de "abuso", a mí me encantan los videojuegos y uso mucho internet...). Toda una filosofía de vida… un estilo de vida en el que la mayoría de las horas se dedican a actividades insatisfactorias y las pequeñas “escapadas” son artificiales, insanas y fomentan la dependencia.


En contraposición está el ocio que requiere de tiempo y constancia: deporte, la práctica de algún arte (pintura, música, baile, cine, teatro…), lectura y escritura, comida sana (que implica cocinar), el cuidado o la promoción de actividades sociales (asistenciales, educativas...), etc. En general una actividad que implique un objetivo, una planificación y un proceso en el tiempo… Además, para que sea plenamente satisfactoria (garantizando así la implicación y, por ello la permanencia) debe surgir de un interés personal, de un deseo (desarrollar una faceta personal, compartir gustos e intereses, provocar una inmersión fluida y natural en su desarrollo…).

Convertimos así nuestro ocio en una vida “paralela” y con sentido respecto a la cotidianidad del “contrato social”. Un contrapeso necesario para nuestro equilibrio personal. Es por esto que resulta fundamental encontrar un ocio “inteligente”, ajustado a nuestra personalidad y que nos ayude a vivir más que a “sobrevivir”.

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